sábado, 29 de septiembre de 2018

Córdoba


Para cuando Fernando III llamó a su puerta, Córdoba ocupaba un lugar secundario en la escena musulmana de la Península. La población se distribuía entre partidarios de los castellanos y partidarios de los distintos miramamolines que se disputaban el poder a nivel nacional.

Al tanto de estas discordias, un grupo de cristianos de Andújar y Úbeda lograron que una de las facciones les abrieran las puertas del barrio de la Ajarquía en enero de 1236.
El Monarca impidió que entraran suministros en la ciudad y neutralizó por la vía diplomática cualquier posible socorro de otras fuerzas musulmanas.
Tras cinco meses de asedio y de una guerra calle a calle, Córdoba capituló y fue entregada de forma intacta y vacía a los cristianos. Fernando accedió a que la población se llevara consigo los bienes muebles y conservó la Gran Mezquita al precio de convertirla en catedral.

 Además de algunas referencias documentales algo posteriores en el tiempo, que se conservan tanto en el Archivo Catedralicio de Córdoba como en el Archivo General de Simancas, hay dos testimonios cercanos a la fecha de la toma de Córdoba por el Rey Fernando III que son muy claros en su contenido:
 -La Crónica de los Veinte Reyes, que fue redactada en el entorno del Rey Alfonso X el Sabio, hijo de Fernando III y buen conocedor de todos los acontecimientos de dicho reinado. En ella se dice claramente que el Rey dio a la Iglesia «el solaz della e la plantía», es decir, el disfrute y la planta o edificio en sí.

 -La donación que el propio Fernando III hizo a la iglesia catedral de Córdoba y a su obispo en 1238 de unas rentas para ayudar al mantenimiento del templo supone un reconocimiento evidente de la propiedad del edificio por parte de la Iglesia.




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