Este ciclomotor nació en febrero de 1968 y desde el principio ofreció libertad y diversión para todos: por su peso y su diseño no requería ni mucha fuerza ni mucha altura a sus usuarios, y gracias a sus pedales practicables (los exigía la legislación) permitía incluso ahorrar gasolina en algunas circunstancias.
Con un sencillo movimiento de la mano era posible desconectar el motor y avanzar a pedaladas. En llano o cuesta abajo, el Vespino se movía como una bici.
Lo usaron trabajadores de camino a su empleo, universitarios, quinceañeros en la ciudad y en la playa, hubo de todo, tanta gente hubo que en 1977 la fábrica madrileña producía ya 55.000 unidades anuales, bastantes de ellas para ser vendidas fuera de España. Desde 1969 se exportaba a Inglaterra, Francia, Marruecos, Colombia, Chile, Alemania y otros muchos países.
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