domingo, 22 de abril de 2018

Krikalev, el cosmonauta abandonado

El 4 de octubre de 1991 nadie vino a relevar al cosmonauta soviético Sergei Krikalev en la estación espacial Mir. Llevaba casi cinco meses a más de 300 kilómetros de la superficie terrestre y le habían avisado unos días antes desde la base de Kaliningrado de que habían tenido que posponer la llegada del hombre que debía sustituirle por escasez de fondos y una serie de tejemanejes burocráticos.

Y aunque él no lo sabía todavía, también porque a la Unión Soviética le quedaban dos telediarios (colapsó dos meses después) y el Gobierno tenía cosas más urgentes en agenda que traer a un cosmonauta de vuelta a la Tierra.
Y así, Krikalev se quedó varado en el espacio. Contra Krikalev se habían juntado el hambre con las ganas de comer: por un lado, con el deterioro de la URSS el rublo valía lo que el papel mojado, y por otro, en el auge de los nacionalismos periféricos y de las negociaciones para sacar tajada del futuro muerto antes de que acabase de palmarla, el Gobierno del presidente Nazarbayev en Kazajistán subió el precio del alquiler de la base de Baikonur, lo que convirtió los gastos en inasumibles para la moribunda agencia espacial soviética.
La situación era tan límite que Moscú intentó vender la estación a sus archienemigos de la NASA. Cuando finalmente cayó la URSS nadie tenía muy claro quién dirigía el antiguo programa espacial soviético y a quién había que exigirle responsabilidades. La nave estaba en condiciones penosas, sin apenas mantenimiento ni suministros, con filtraciones, apagones y abolladuras.
Krikalev había pasado más de doscientos días viendo cómo la noche y el día se sucedían cada 45 minutos, aproximadamente, teniendo en cuenta que la estación espacial daba 17 vueltas diarias al planeta.

El 25 de marzo por fin llegó la expedición de relevo, gracias a los 28 millones de dólares que pagó Alemania. Krikalev había estado 313 días varado en el espacio.
'Tirado en el espacio: la disolución soviética provoca el retraso de la vuelta a la Tierra de un cosmonauta en órbita', tituló el diario 'Los Ángeles Times' al día siguiente.
Nada más aterrizar, lo que hicieron las autoridades rusas fue sacar a un Krikalev desorientado y enclenque y taparle las banderas de la Unión Soviética que adornaban su traje.



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