domingo, 17 de diciembre de 2017

Facha come a facha


En 1938, el régimen rumano era una dictadura instituida por el rey Carol II, que exhibía toda la parefernalia de los regímenes fascistas en auge por toda Europa. Sin embargo, era partidario de los Aliados, como otros regímenes totalitarios y hasta fascistas en la Europa de la época, como el Portugal de Salazar o la Grecia de Metaxas.
Aún más: tras entrevistarse con Hitler en noviembre de 1938 y temiendo que el dictador alemán utilizara al movimiento utranacionalista de la Guardia de Hierro ( Legión de San Miguel Arcángel) como quinta columna, el rey decidió ejecutar a toda la cúpula dirigente que mantenía encarcelada, comenzando por su carismático líder, Corneliu Codreanu.

Hay historias similares de enfrentamientos entre opciones de ultraderecha por toda la Europa de la época. De hecho, la Segunda Guerra Mundial se inició a raíz de que el Tercer Reich nazi invadiera a una Polonia autocrática donde los políticos de la oposición estaban en prisión y el poder en manos de un militar, el mariscal Rydz-Śmigły.

En 1940, la Italia de Mussolini invadió a su vez una Grecia que desde 1936 era una dictadura fascista liderada por el general Metaxas. Antes incluso del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, húngaros y eslovacos mantuvieron una breve guerra entre Hungría y Eslovaquia, ambos aliados de la Alemania nazi. 

Facha come a facha, en efecto. Y es lógico que sea así, dado que el soporte ideológico último del fascismo es el nacionalismo y éste, por inclinación natural, tiende a combatir a otros nacionalismos.

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El 'kolovrat', símbolo neofascista  utilizado por ucranianos y rusos

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