lunes, 22 de mayo de 2017

Palacios u hospederías


Ibrahim ibnn Adham era un famoso rey en Balkh, Afganisthan, allá por el siglo VIII. Un día un vagabundo osó llegar ante Ibrahim, burlando la seguridad de la Corte.
 —¿Qué has venido a hacer aquí?, —le preguntó el rey, un tanto molesto con la intrusión del desarrapado. 

—Nada en particular —le respondió el vagabundo— me parece muy bonito este Hotel.

—Esto no es un hotel— le contestó Ibrahim algo enfadado señalando los hermosos techos, las pinturas y las lujosas alfombras de su mágnifico palacio.

—No te equivoques, esto no es más que un hotel —sentenció el vagabundo.

El rey no podía dar crédito a lo que oía y empezó a narrar al vagabundo como sus antepasados, varias generaciones antes, habían construido el palacio. Nombró uno por uno a todos los reyes que habían habitado el palacio hasta llegar a su padre y después se nombró a si mismo.
 —¿Te convences ahora de que esto no es un hotel? —le increpó Ibrahim esta vez de forma muy desafiante.
—Tu lo has dicho, no yo. ¿Cómo llamas a un lugar donde la gente viene, se queda por un tiempo y se va? Me gusta tu hotel.

Quizá la forma mas primitiva de autoengaño sea pensar que la belleza y el bienestar sean las metas mas importantes de la vida.


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