viernes, 31 de marzo de 2017

Cuiden EL PRADO


Pienso que casi nada debiera ser obligatorio, excepto ir una vez en la vida al Museo del Prado. Obligatorio, por imprescindible, pasear por el parque del inconsciente de una historia de labriegos con coseletes que conquistaron la tierra.
San Isidro inventó la siesta; Azaña, la República; Tierno, la Movida; y una reina portuguesa, el Museo del Prado.
Para que sigan saliendo en Madrid las nubes redondas y blancas como corderas que pintó Velázquez, se necesita el museo donde Azorín se hipnotizaba ante las telas de Ribera en la sala ubicada frente al Botánico. "Respiraba allí el ambiente denso de España. Denso, fuerte y austero", escribe.

 Ya saben que Manuel Azaña dijo que el Museo del Prado es más importante que la monarquía y la república juntas, y fue Azaña el que encargó a Rafael Alberti la evacuación de las pinturas cuando los Junkers de la Legión Cóndor bombardeaban la capital de la gloria.

Rubens, Goya y el Greco, las majas y los reyes enlutados con sus sabandijas viajaron en camiones a Valencia y después a Suiza. Luego, volvió su memoria a la ciudad alegre y confiada, al sitio agradable y mentiroso.
Y ahora siguen saliendo a la calle, ladrando por la noche, el mastín de Las Meninas y el perro casi enterrado de Goya, mientras las rubias gracias bailan desnudas en el Jardín Botánico.

Ya dijo Pío Baroja que los caballeros de el Greco hablan entre sí en las salas desiertas, cuando no hay turistas.

 Raul del Pozo

No hay comentarios:

Publicar un comentario