viernes, 4 de noviembre de 2016

Tecnopaletismo


El fetichismo tecnológico es usual en una sociedad en la que llevar una tablet determinada o manejar las últimas novedades digitales, al igual que conducir un coche de lujo o ir de vacaciones a lugares de clase alta, generan capital simbólico.
Un teléfono móvil, más que un objeto, es una oportunidad para convencerte a ti mismo y a los demás de que eres alguien sofisticado, que posees el saber técnico necesario y que cuentas con el nivel de ingresos adecuado.
En esta economía de la apariencia, en la que la marca importa más que la sustancia, refugiarse en los signos distintivos suele ser habitual, porque es una señal que se transmite de forma inmediata. Eso es lo que explica, por ejemplo que una firma como Tesla tenga preencargadas 400.000 unidades de su nuevo coche, sin que aún lo haya puesto en el mercado y, por tanto, sin que se pueda comprobar su fiabilidad y sus prestaciones. 

Esa es la esencia del tecnopaletismo. No se trata sólo de utilizar la tecnología como un instrumento de postureo y de puesta en valor de la personalidad a través de los objetos, ni de revolver la vida corporativa a través de cambios continuos buscando adaptarse a la últlima tendencia, ni de invertir grandes sumas en proyectos que en su gran mayoría acabarán fracasando poco después, sino de la fascinación paleta que sienten ante lo nuevo.
Cada vez que se encuentran ante un invento tecnológico, ponen la misma cara de fervor que Martínez Soria cuando llega a la gran ciudad.


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