martes, 27 de marzo de 2018

Prohibido morirse


Longyearbyen es el nombre de la capital del archipiélago en el que sólo tres islas están habitadas: la isla del Oso (Bjørnøya), Hopen y Spitsbergen.
En esta última  se encuentra Longyearbyen y sus poco más de dos mil habitantes presumen de vivir en el pueblo más septentrional del planeta.
Durante más de cuatro meses no ven la luz del sol y la vida se desarrolla tranquila, sin más sobresalto que toparse con uno de los miles de osos polares que pueblan la zona.
Pero quizá lo más llamativo de este enclave es que en él está prohibido morir. Una ley que rige en Longyearbyen desde 1950 obliga a emigrar antes de pasar a la otra vida, debido a que los cuerpos no se descomponen en un hábitat en el que el frío puede alcanzar los 46 grados bajo cero y la máxima de las últimas dos décadas no alcanza los 18 grados en junio.

Los cementerios están prácticamente vacíos desde hace 68 años. En el caso de que a un habitante se le diagnostique una enfermedad terminal o se tema por su vida, debe ser trasladado.


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