martes, 27 de marzo de 2018

En el MACONDO mediterraneo


Si algo positivo nos ha dejado el proceso soberanista es que nos ha devuelto el realismo mágico, aunque haya sido a costa de convertir Cataluña en una Macondo triste y desdichada.
El independentismo se ha movido durante los últimos meses en la resbaladiza frontera que separa la realidad de la ficción: se asomó al espejo y lo atravesó pensando que empezaba una realidad nueva.

Algo empezamos a intuir cuando el expresidente Puigdemont se presentó en la Universidad de Copenhague, allá por el mes de enero, bajo un rótulo que decía 'Charles Puigdemont, 130 president of the Government of Catalonia'.
 ¿130?, nos preguntamos algunos. Desde que se aprobó el Estatuto de Autonomía, solo ha habido cinco: Pujol, Maragall, Montilla, Mas y el propio Puigdemont. Si incluimos también a todos aquellos desde que Francesc Macià utilizase por primera vez el título de 'president' de la Generalitat, tendríamos cuatro más: el propio Macià, Companys y los dos presidentes en el exilio durante el régimen franquista, Irla y Tarradellas. 

¿Cómo llegar hasta 130? Los independentistas reclaman una continuidad histórica milenaria, que empezaría con el obispo Berenguer en el año 1359. Puigdemont sería el legítimo heredero de una dinastía propia de Camelot, un reino imaginario nacido en el medievo y conservado como una delicada reliquia ante el acoso de reyes godos, francos y castellanos.


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